domingo, 22 de agosto de 2010

Entre tu boca

surgen violetas rosas,
surgen arenas y cosas,
surgen de fuego y canela,
surge la piel que te espera,
en una casa en la niebla
de alguna oculta verbena.

Surge tu amor que condena
al amante más esquivo,
el corazón más lascivo
no es el que más fácil entrega.

Surge la vid en tus cejas,
como en la campiña más esbelta,
surgen tus labios carnosos,
de los excelsos vinos,
de los escombros rotos,
de los pasillos rojos.

Surge el cantar en el alba,
de las aves andariegas
entre el rocío que baja de la montaña añeja,
surge el azul de la tarde
como un espejo de poeta
donde las blancas azucenas
reflejan sus pétalos de Creta.

Y como en un exuberante bosque,
donde el sol juega a un artista
entre las copas más altas
se bambolea tu risa,
y mi corazón en el suelo
oculto por el follaje,
frío y empapado,
recibe sólo un poquito
de todo tu poder canoro,
y se transforma en un aire
que vuela y se encarama en las ramas,
esperando tu resplandor pequeño,
algún destello tan tuyo,
alguna gota de mar inmenso,
de cielo vivo, de amor sincero,
y entre el arte café de las cortezas,
y entre el dolor amarillo de las abejas,
y entre el verde perpetuo de las forestas,
se queda en silencio, se duerme despacio,
hasta que el resurgir de tu boca,
sea la lluvia y las lumbreras.

Domingo, 22 de agosto del 2010

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