domingo, 22 de agosto de 2010

En el flirt de la arena y el agua,

Los cuerpos entretejidos como cadenas,
En los vaivenes de senos y caderas, se quedó mi pensamiento deambulando.
Entre mis dedos cansados de ir aquí y allá, un grano de ti y tu voz aérea,
Tu vientre de luna llena, de oscuridad de mar nocturno y ojeras negras,
Enloquecidas piernas, cabellos danzando y sonrisas regias,
Todo bajo una luna bella, que traspasa su luz y la refleja en la arena,
En los cuerpos en fuga, en las manos del agua y sus brazos de primaveras,
Como un doliente sol enriquecido de amantes y alcoholes,
Todos los dolores de arreboles ahogados, se pintan de negro duelo,
Porque muere la noche en la playa, porque muere la flor negra,
Que se alimentó de cervezas y amores fugaces y vibrantes,
Y entre las calles vacías aún el viento juega,
A los amantes que corren y se besan,
A los tiempos antiguos donde el pirata tenía a una virgen en su cama todas las noches,
Y lleva la brisa marina, aromas de niñas guarras, y elixir de tanto sexo,
Sobre la arena borracha y bohemia, sobre las lámparas de los valles, y las callejas estrechas, sobre las camas difuntas y desechas, en los cementerios con vista al mar,
Y camino a mis anchas en las aceras apagadas, como un solitario duende,
Que busca al final del arco iris su vasija repleta de oro,
Que persigue a su niña esquiva, en una playa muerta, al final de los bailes del pueblo.
Y la arena me convence como la más bella doncella,
Que muestra sus blancas piernas, de espumas y nardos, de besos salados y fríos,
Y caigo a sus pies de nuevo, dejando mi alma en el agua profunda, oscura y mortal,
Y al llegar a su encuentro me besa y me atrapa en su velo perpetuo, y me pega a su cuerpo,
A su calor en los vientres, a su amalgamar de sexo, y me muestra sin par, todo lo que ella oculta, sus tesoros azules y su rostro de mujer bendita y solitaria,
Y me lleno de ella empapado en un golpe, entre el cielo y la tierra,
Y rodeado de sirenas, de hadas y hechizos de mareas,
Le entrego mi todo en una botella, con un retazo de un poema,
Que dejo en el fondo de las arcanas estrellas, ahogadas por la inmensidad de sus ojos violetas, de océano.

Vladimir Chévez
Domingo 22 de agosto del 2010.

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